
El Real Madrid no logró remontar y cedió su trono europeo. Tuvo orgullo, sí, pero le faltó lucidez. La polémica llegó con el VAR, que le quitó un penalti a Mbappé cuando el marcador aún estaba en cero.
Una remontada suele ser una manera heroica de corregir un error grave del pasado. Pero esta vez, el Madrid no se ganó el perdón. Su afición respondió con pasión, con una atmósfera digna de una noche épica, pero al equipo no le alcanzó para sobreponerse al golpe recibido en Londres. Ahora toca hacer balance. La eliminación en cuartos de final marca el día más amargo del curso para el madridismo.
La primera temporada de Mbappé en el club blanco termina de forma decepcionante. Llegó como campeón y se va en abril, antes de tiempo y sin brillo. Tampoco el delantero francés ofreció una gran actuación. El Arsenal, por su parte, controló el partido con temple, sin sufrir. Supo gestionar el tiempo y desesperó a un Madrid sin ideas claras en ataque. No fue por falta de esfuerzo —aunque corrieron menos que los ingleses— sino por falta de lucidez y protagonismo de sus estrellas. El que se considera el mejor ataque del mundo no apareció.
Ancelotti, fiel a su estilo, no recurrió a cambios drásticos. Confiar en lo conocido parecía más sensato que improvisar. Nueve de los once titulares de Londres repitieron, con Valverde regresando al medio para tratar de frenar el dominio inglés. Alaba también volvió, buscando equilibrio por banda. Arteta, en cambio, no movió ni una pieza; no tenía motivos ni recursos para hacerlo.
El Madrid arrancó siguiendo el guion clásico de las remontadas: dominó el primer duelo físico, cometió la primera falta —con tarjeta para Alaba— y generó el primer remate, aunque el gol de Mbappé fue anulado por fuera de juego. También sobrevivió a las primeras llegadas de Saka, que obligaron a Courtois a emplearse a fondo.
La polémica no tardó en llegar. En un córner, Asensio sujetó innecesariamente a Merino. Aunque la acción parecía irrelevante, el VAR europeo intervino con más celo que el español y sancionaron penalti. Saka lo ejecutó suave, y Courtois lo detuvo con una gran intervención. El Madrid tenía todavía margen para el milagro, pero le faltaba pegada. Ni Vinicius desbordaba, ni Mbappé ganaba duelos, ni Rodrygo se ofrecía, ni Bellingham aparecía en la segunda jugada.
Y entonces llegó la jugada del caos. Rice sujetó levemente a Mbappé en el área, y el árbitro pitó penalti. Pero tras una larguísima revisión —de más de cinco minutos— y una dudosa interpretación del VAR, la pena máxima fue anulada. Un gesto que desconcertó a todos, en especial a la afición, que comenzó a sospechar de un doble rasero arbitral. Esa sensación de injusticia se trasladó al campo y descentró al Madrid.
El Arsenal aprovechó el desconcierto y ganó terreno, aunque sin generar gran peligro. El Madrid volvió a apretar, pero antes del descanso no logró ni un solo disparo entre los tres palos. Las constantes interrupciones y el protagonismo arbitral apagaban cualquier intento de remontada.
En la segunda mitad, el equipo blanco intentó lanzarse con todo. Pero al ataque del Madrid le faltaban energía e inspiración. El Arsenal empezó a controlar el ritmo del partido con largas posesiones y pausas que enfriaban el ímpetu local. Los de Ancelotti no lograban hilvanar una jugada clara. Fue entonces cuando el técnico italiano agitó el banquillo: Valverde pasó a la banda, Ceballos tomó el mando del medio y entró Endrick para intentar encender lo que Rodrygo no estaba ofreciendo.
Pero justo antes del ajuste, llegó el golpe. Merino metió un pase brillante a Saka, que superó a Asensio y definió con clase ante Courtois. Parecía el cierre definitivo. Sin embargo, en un chispazo, Vinicius empató tras una acción con picardía, al estilo de Benzema contra Donnarumma en 2022. El Bernabéu volvió a creer. Faltaban 23 minutos.
Fue un espejismo. El Madrid ya no tenía más. El Arsenal ralentizó el juego, cortó el ritmo con faltas —hasta 33 cometidas— y desquició al rival, que además perdió a Mbappé por lesión. En los últimos minutos, Martinelli selló la eliminatoria con un tanto a pase, otra vez, de Merino. Ya no había tiempo ni fuerzas.
La caída del Madrid comenzó en Londres y terminó en su propio estadio. El miedo escénico no hizo efecto esta vez. Arteta y los suyos jugaron con personalidad y merecen su lugar en semifinales.