
El Zaragoza perdió ante el Burgos (0-1) en la despedida de Cristian Álvarez, en un triste adiós para su leyenda. Marcó Íñigo Córdoba el gol que significó su sentencia, en una acción a balón parado, en un error colectivo en todas las marcas. El partido reflejó dos cosas: que La Romareda aplaude al ídolo que se acaba de ir y que no cree en los futbolistas que se quedan. Tiene algunos motivos para hacerlo, que se explican a través en su balance en casa, con 15 de 39 puntos en su estadio y una secuencia que habla por sí sola.
Consumada la derrota y en pleno homenaje, Cristian Álvarez tomó el micrófono en el centro del campo y calmó los pitos con sus palabras: “Nunca se trató de ganar o perder, sino de defender con dignidad y amor a este club”. La frase quedará para siempre y sirve como lección para la plantilla y todas las que vengan. Si la temporada del Real Zaragoza se torció pronto, ahora el drama se ha vuelto más áspero. El equipo aragonés pelea cerca del fango, en la tierra que más quema. Esta vez se encuentra una diferencia: en este curso no podrá contar con los milagros del mejor de sus porteros.
El tifo dibujó una postal inolvidable y la derrota un ambiente tenso: se mezclaron los silbidos y las ovaciones. Y el público pidió de nuevo la destitución de Miguel Ángel Ramírez. Era su tercer partido en casa y la segunda vez que La Romareda pedía su cese. 20 técnicos más tarde, MAR no puede ser el problema del Zaragoza, pero cada vez parece más lejos de encontrar la solución.
La despedida de Cristian Álvarez dejó imágenes imborrables, con sus cánticos en la grada, convertido en uno más de los aficionados. Durante unos segundos, el zaragocismo pudo olvidar lo que había sucedido sobre el césped. Por desgracia esa impresión no duró para siempre. Enseguida, La Romareda volvió a recordar que ayer vivió ante el Burgos la misma derrota de siempre.